Comenzaba nuestra última etapa en Puerto Rico
y nos quedaba nada más y nada menos que su capital, San Juan. Al margen de la
belleza urbanística de la ciudad y el
hermoso lugar donde está situada, lo que
más impone de ella son sus sistemas
defensivos.
En esta zona del Océano Atlántico, los
vientos alisios y las corriente marinas
impulsaban a los barcos hacia Europa. En ese camino se encontraban con
Puerto Rico, que era la primera Antilla mayor en proveer de agua, de albergue y
de suministros, a las naves que
navegaban en la ruta de las Américas
desde Europa y desde la costa occidental de África. Además esta isla
contaba con una bahía profunda que proporcionaba un puerto natural excelente y
fácil de defender.
Las fortificaciones de San Juan
No es extraño por tanto, que se emprendiera la construcción de un complejo y masivo sistema de fortificaciones, que aún perduran a través del tiempo y siguen asombrando a los visitantes. Este sistema formado por el Castillo de San Cristóbal en el este, y el Castillo de San Felipe – más conocido como el Morro - en el oeste, impedían las entradas no deseadas, al puerto interior donde, – según los ingleses, holandeses y franceses – España guardaba riquezas incalculables de oro, plata, piedras preciosas y especias llegadas de los demás colonias de Centro y Suramérica. Cabe recordar que Puerto Rico fue posesión española desde 1508 a 1898.
Este sistema de fortificaciones marcó el cenit de la ingeniería militar
durante los siglos XVI y XVII, cuando la guerra y el comercio se hacían en
barcos de vela. Comprendemos mejor la importancia de este bastión inexpugnable,
al recorrer el espectacular Paseo del Morro, junto al mar y al exterior del
castillo del mismo nombre. Desde allí se
visualiza, al otro lado de la bahía, el Fortín de San Juan de la Cruz, en el
Cañuelo, a una media milla de distancia y visible desde el Morro. Parece una
isla inofensiva pero desde allí, se lanzaba el fuego cruzado contra las
embarcaciones que osaban virar hacia el sur delante del Morro. Bien lo supo a
su costa, en 1595, el británico Francis Drake, que fue derrotado en la bahía de
San Juan por los cañones del Morro.
La isla fue descubierta el 19 de Noviembre de
1493 durante el segundo viaje de Colón al Nuevo Mundo. En este periplo, Colon
llegó a América con una flota de 17 barcos, 12 de ellos carabelas, y una
dotación de 1.500 hombres. Fue el
Almirante quien dio a la isla el nombre de San Juan Bautista. De allí marchó a
La Española o Santo Domingo, isla que ya conocía desde su primer viaje, y no
pensó en Puerto Rico hasta que encomendó
la tarea de su conquista a Ponce de León.
El cacique taino Agüeybaná saludando a Ponce de León. Obra de Agustín Anavitate |
Ponce
desembarcó con una tropa de 50 soldados y encontró un puerto excelente,
donde fundó la villa de Cáparra, a la
que posteriormente bautizó como Puerto
Rico. Con los años los nombres se intercambiaron; Puerto Rico pasó a denominar la gran isla y San Juan solo
a la capital. Recomendamos la publicación del Servicio Nacional de Parques
de Estados Unidos “ Los Fuertes del
Viejo San Juan “. Por cierto es uno de los pocos “libros turísticos “publicado
en español por esa entidad.
Los Fuertes de San Cristóbal y de San Felipe del Morro
El Viejo San Juan fue construido como un
emplazamiento estratégico de las fuerzas militares españolas. Interesa conocerlo
en profundidad, ya que sus fortalezas y murallas están entre las mejor
preservadas en el Nuevo Mundo.
Vista aérea del Fuerte de San Cristobal. Foto Wikipedia |
El Fuerte de San Cristóbal queda muy cerca
de la Plaza de Colón, donde paran
todos los autobuses turísticos y los taxis que van hacia el Viejo San Juan. Desde
allí, subiendo una pequeña rampa entre los altos muros fortificados, se accede
al Centro de Visitantes. A lo largo
de la visita, un guía va mostrando las diferentes partes de la fortaleza, muy
bien conservadas: pozos, troneras, casamatas, fosos, garitas y bastiones. La
salida se efectúa por la calle Norzagaray; desde allí recomendamos un agradable paseo,
siguiendo la línea de muralla, hasta el Castillo
del Morro.
Recreación de los dormitorios de tropa en el Fuerte de San Cristóbal. Foto Julia GP |
El recorrido a pie se puede hacer siguiendo
la línea de muralla, mientras se contempla la batida costa atlántica, que baña los
muros del hermoso Cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis, de finales de
la época colonial española, donde están enterrados varios puertorriqueños
sobresalientes. Cerca de aquí, se levanta
el edificio imponente del antiguo Cuartel del Ballajá, construido en 1854, como vivienda de las tropas
españolas y sus familias, y donde cabían
unas 1.000 personas. Entre 1898 y 1939 lo habitaron los Marines de
EE.UU. Inmenso edificio con un hermoso patio interior, hoy es la sede de organismos
culturales y educativos. Entre ellos el
Museo de las Américas, la Academia
Puertorriqueña de la Lengua Española y
la Oficina Estatal de Conservación Histórica.
Monumento a Juan Ponce de León. Foto Julia GP |
Patio cemtral del Cuartel de Ballajá. Foto Julia GP |
No muy lejos, en una recoleta placita se
levanta airosa la estatua de Juan Ponce
de León, primer Gobernador de la isla y luego Descubridor de La
Florida. Ponce, como siempre se le
llama, parece observar la vida de la ciudad desde su pedestal.
Por delante del Cuartel de Ballajá, se
extiende una inmensa pradera verde que enmarca el Fuerte de San Felipe del Morro.
Se puede acceder a él recorriendo el sendero de unos 500 ms o bien tomar un “trolley” blanco que nos acerca cómodamente hasta la puerta principal del castillo.
Vista exterior de La Fortaleza. Foto Wikipedia |
Texto: Julia Gómez Prieto. AITEK
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